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16/08/2007,

Los Carandell

Article publicat a “La Vanguardia” el 09/04/06 per Joan de Sagarra
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En los jardines del Palau Robert se muestra desde hace unos días una exposición sobre el periodista Luis Carandell. La exposición nos llega de Madrid, donde se presentó el mes de junio del pasado año para inaugurar la nueva andadura del Centre Cultural Blanquerna, una institución que fue concebida hace ahora trece años para que Catalunya estuviese presente en Madrid, para que catalanes y madrileños, y por tanto todo aquel que visita esta capital, se encontraran en un ámbito de diálogo y cultura, concretamente de la cultura catalana en todas sus expresiones. __El pasado miércoles, el comisario de dicha exposición, mi viejo amigo Ignasi, Nani Riera - y digo lo de viejo amigo porque fuimos juntos a los Jesuitas de Sarrià-, nos invitó a un grupo de familiares y compañeros, periodistas, amigos de Luis Carandell, para que hablásemos de él. Coincidimos en el Palau Robert, su esposa, Eloísa Jäger; su hermana Asunción; Gemma Nierga, que se dio el gustazo de tener a Luis a su lado, en su exitoso programa de la Ser; José Martí Gómez, el cual, pese a ser ocho años más joven que Carandell, pertenece al mismo linaje, a la misma aristocracia periodística a la que pertenecía Luis, "un periodismo prácticamente desaparecido", como dijo el propio Martí Gómez, y un servidor. __Amí, Nani Riera me presentó como el "hermano" de Josep Maria Carandell, el hermano de Luis, y por lo tanto "hermano" también de Luis y de todos los hermanos Carandell. Eso del "hermano", entre comillas, de Josep Maria Carandell, merece una explicación. Cuando yo conocí, a finales de los años sesenta, de manera accidental, durante una representación teatral, a Josep Maria Carandell, cuatro años mayor que yo, se produjo entre nosotros lo que los franceses llaman un coup de foudre. Nos caímos estupendamente bien. Y yo diría que fue un milagro, porque por aquellos años, en que empezaba a darme a conocer en los periódicos, yo era una persona bastante insoportable, arisca, amargada, con una única obsesión: largarme lo más lejos posible de Barcelona. Todo lo contrario de Josep Maria - o Josemari, como le llamaban los suyos-, que era una persona la mar de sociable, cariñosa y simpática, simpatiquísima. Total, que empezamos a salir juntos, un día sí y el otro también, y Josep Maria me llevó a su casa y me presentó a Christa, su mujer, y a sus hijos, la Zinca, el Martí, el Julito y el Andreu, que todavía eran pequeños y vivían con sus padres en el piso de la plaza Letamendi. __Yo estaba encantado con mi nuevo amigo, una persona cultísima, que se había formado en Alemania, que a la sazón estaba escribiendo un ensayo sobre Peter Weiss, el autor de Marat-Sade (que le publicó Taurus en 1968), que me hablaba de Japón (donde había trabajado en la radio), que escribía canciones (que le cantaba nuestro común amigo Ovidi Montllor), con el que podía pasar horas y horas hablando sobre Rilke, sobre la Trieste de Svevo o la Praga de Kafka. Mi amigo me dio una gran confianza, esa confianza que yo tanto necesitaba para aceptarme a mí mismo, para aceptar esta ciudad y tomarme un poquitín en serio mis colaboraciones en la prensa barcelonesa. __Al contrario de Josep Maria, yo no había tenido nunca una familia, no había disfrutado de ella. En casa éramos tres, mi padre, mi madre y yo, cuando éramos tres, y no siempre juntos. Pero no había tenido hermanos, ni tíos, ni primos, ni sobrinos... Así que un buen día le dije a Josep Maria que si me quería adoptar como su hermano pequeño. Y me adoptó, y una noche me llevó a cenar a casa de sus padres, en la calle Trafalgar. Allí estaba la familia al completo. Joan, el padre, que estaba a punto de convertirse en el escritor Llorenç Sant Marc; la madre, Josefina Robusté, la dueña (los Carandell eran un matriarcado), una señora elegante y simpatiquísima, y los hermanos: Luis, Asun (con su marido, José Agustín Goytisolo), Mercedes, Joan y Cristián. Creo que faltaba Tere, profesora de literatura e idiomas en Nueva York. Y Josep Maria me presentó como su hermano pequeño. Y aquella noche, una de las noches más fascinantes y divertidas que recuerdo de la Barcelona de aquellos años, me convertí en un miembro más de la familia Carandell. Luego, con el tiempo ampliaría mi "familia": Pere Pagès (más conocido como Víctor Alba, su nombre de guerra) se convirtió en mi tío; Lluís Permanyer en mi hermano pequeño, Enrique Vila-Matas en mi primo Enrique, y el escritor y crítico teatral Marcos Ordóñez en mi sobrino Marcos. Una familia de lujo. __Cuando viajaba a Madrid, Luis Carandell me recibía siempre con los brazos abiertos. Para él yo era el hermano pequeño de su hermano Josemari. Yen condición de tal se brindó a presentar en Madrid, junto a mi amigo Perich, Las rumbas de Joan de Sagarra,una selección de mis artículos diarios en el Tele/ eXprés,que me había publicado Salvador Pániker (Kairós) en 1971 (con un espléndido prólogo de Josep Maria Carandell). No todo el mundo puede presumir de haber tenido al autor de Celtiberia Show y al de Autopista,respectivamente, como padrinos literarios. __Con Luis Carandell nos citábamos en el hotel Palace de Madrid. Nos tomábamos unos dry martinis en el bar, hablábamos de Julio Camba - "el fantasma del Palace", decía Luis- y luego subíamos la calle del Prado. Hacíamos un alto en el Ateneo, en la cacharrería - a Luis le fascinaban los fantasmas-, y nos íbamos a almorzar a la cervecería Álvarez, o a un restaurante vasco que había en la calle de las Huertas, donde cocinaban unas cocochas riquísimas. Hablábamos de un Madrid desaparecido, el de Lope, el de Velázquez, el de Quevedo, el Quevedo de las pullas al cuarto Felipe, del que Luis se sabía un montón de sonetos de memoria, amén de la totalidad de aquel divertidísimo texto - Gracias y desgracias del ojo del culo-que el poeta dedicó a una tal doña Juana Mucha Montón de Carne. __Luego, por la tarde, Luis me llevaba al Café Gijón, a la tertulia de sus amigos. Y terminábamos, de madrugada, en una tasca frente al palacio de Santa Cruz, zampándonos unos garbanzos con chorizo y unas botellas de Valdepeñas. __Jamás me aburrí un solo instante en compañía de Luis Carandell. Manuel Vicent, hablando de su amigo, "el liberal Carandell", decía que "posee la habilidad de estar bien con todo el mundo. Navega entre dos aguas, sabe nadar y guardar la ropa". Y añade: "Sin embargo, es un desmitificador sangriento. Bajo esa ternura costumbrista de almanaque y estampita religiosa hay un destripador de muñecos, un sujeto capaz de convertir una misa pontifical o una sesión del Consejo de Estado en una escena de chiringuito". Uno echa a faltar aquel "destripador de muñecos". ¿Qué hubiese escrito, qué hubiese dicho sobre el debate del Estatut aquel cronista parlamentario que había mamado de lo que escribían Manuel José Quintana, y José María Blanco White sobre las Cortes de Cádiz, sobre la célebre Pepa, en aquellos periódicos que se llamaban El Conciso o El Robespierre español?__Y si el miércoles se habló de Luis Carandell en el Palau Robert, el viernes se presentaba en Reus el libro Gaudí herètic,una edición que contiene lo esencial del ensayo sobre el genial arquitecto que Josep Maria Carandell estaba a punto de terminar cuando, en el estío de 2003, fallecía tras una larga enfermedad. El libro ha sido editado por el Centre de Lectura de Reus, una de las instituciones culturales más prestigiosas de este país, y allí coincidimos, para hablar del libro y de Josep Maria, su esposa Christa; el alcalde de Reus, Lluís Miquel Pérez; el historiador Pere Anguera, presidente del centre de lectura, y un servidor. __Fue un acto muy entrañable y muy simpático, en el que los dos hermanos volvieron a estar juntos. Juntos en Reus, de donde ambos siempre se consideraron en cierto modo hijos. Hijos de un paisaje, rural, el materno, y de ese espíritu liberal y progresista que Reus ha sabido conservar.

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